La poesía me ha permitido vivir con dignidad

martes, 9 de marzo de 2010

Escribir política

El orgullo de un nieto


"Si yo fuera nieto de esos magistrados sentiría orgullo y nada más que orgullo"
Respondía los últimos ataques en el Chat de Facebook y leía las principales agencias noticiosas para fisgonear con morbo y delicia la suerte que habría corrido el proyecto de Referendo. Eran lápidas camufladas en titulares. Cm&: “Corte Constitucional “tumba” Referendo reeleccionista”; RCN radio: “La Corte tumbó el referendo: Uribe no podrá ser candidato para el período 2010-2014”; y hasta El País de España: “Veto a la reelección de Uribe”. Pero el “brille para él la luz perpetua” se lo imprimió el titular de Revista Semana –que a mi juicio- ilustra con maestría la providencia de la Corte: “El Estado de Derecho venció al Estado de Opinión”. La sonrisa socarrona y ese ego taimado que llevo adentro hicieron enojar al señor de cejas gordas que escoltaba la pantalla, y más socarrón que yo, empero. De repente se levantó la voz húmeda (lo digo por las babas que me cayeron). Tenía aspecto uribista –es decir, con la carita bravucona y taimada-, camisa a cuadros, y un acento apaisado: “Ahora sí esto se volvió una mierda” (Y me cayó otra chispita de baba).

No interrumpí su diatriba contra mí. La barba con laberintos que escupía rocío no me estaba insultando. Cuando dijo -¡pendejos!- se estaba refiriendo a los magistrados. -¡Pobrecitos!- Eso les pasa por tomar buenas decisiones y acatar la Constitución. De haber dicho que sí a la Ley 1354 de 2009 hoy despacharían a sus familiares para alguna embajada o claustro del monasterio en que Uribe estaba convirtiendo -sin darse cuenta- la Casa de Nariño.

Como pude me levanté de la silla y salí despavorido, como si hubiera visto al mismo Juan Manuel Santos. Me instalé en el pórtico, devolví la mirada y ahí estaba la furia de aquel individuo. Con un miedo muy similar a un encuentro a solas con Alfonso Cano le dije: -¡No vea señor. Es la mejor decisión que han tomado los magistrados. Imagínese a Uribe otros cuatro años en el poder! Me miró con sus ojos filudos y carnívoros: -¡Si Uribe iba a acabar con los terroristas! - ¡Pero es que Uribe últimamente nos ve a todos como terroristas! –interrumpí. ¡Ya está tan estresado que anda buscándole pelea todo el mundo. Pelea con médicos, estudiantes, sindicales, amas de casa y periodistas

Esas palabras –que todavía repaso- lo sacaron de casilla. Rasgó la conversación que era entonces frágil como una hoja de papel y se marchó. -¡No ve que hasta la potra que lo lastimó fue declarada terrorista de la Farc!, le grité por las espaldas. Luego sentí pena. Me había comportado como un uribista que tira la piedra y esconde la mano.

Volví a mis colores normales y retomé mis trabajos en el computador. Abrí de nuevo la página de la Corte Constitucional. -¡Yo tenía razón!- grité. Los magistrados actuaron en derecho. Se hicieron sentir: los vicios de trámite, de procedimiento legislativo, al haber modificado los textos y las saltadas de partido, por no mencionarlas todas, edificaron una razón suprema: NEGACIÓN. Y así pusieron punto final a un capítulo confuso de la historia nacional donde uno termina sin saber si la seguridad en las carreteras justifica el derramamiento de sangre; el aumento del desempleo en las ciudades, el abandono del campo, la inseguridad urbana, los recortes presupuestales para la salud y la educación (a través de las trasferencias), entre otros males.

Pero no fallaron por emotividad sino por lógica, y esa lógica coadyuvó a evitar que los colombianos en un arbitraje romántico pitaran penalti a favor del Referendo, hecho que le produciría al país una verdadera crisis institucional, social, política y hasta militar. No se puede sostener un programa militar con solo argumentos basados en el odio y -demagógicamente- disfrazados de interés nacional: pues a mí como ciudadano no me interesa matar guerrilleros ni darle casa y plata a desmovilizados de grupos paramilitares.

Estaba en la más alta reflexión cuando una voz gruñona dijo: -El hecho de que usted sea antiuribista y amargado no significa que debamos aguantarlo leyendo en voz alta-. Me echaron después de cobrarme casi 5000 pesos. Salí vencido. Todos en la sala eran uribistas. Pensé buscar refugió en mi mamá pero ella también lo es; correr donde mi hermano era inútil. El virus del uribismo ya lo había atacado. Entonces me eché a rodar por las calles pensando: si yo fuera nieto de esos magistrados sentiría orgullo y nada más que orgullo.