La poesía me ha permitido vivir con dignidad

jueves, 8 de enero de 2009

Escribir actualidad

UN BRINDIS POR LAS FARC
Llevo dos horas compartiendo unos tragos con amigos. En la última hora mi repertorio se disminuye y me dedico a hablar peste de las Farc. De pronto, cuando estoy más embebido de odio, se enciende el ruido de las noticias de último minuto. Pienso que se trata de nuevas cifras aportadas por el horror de la Intifada entre israelíes y palestinos que ya completa 6 años y ha cobrado cerca de 5 mil víctimas y hasta llego a pensar que es sobre nuevas revelaciones de “HH”, que por cierto nadie le atiende el más mínimo cuidado. Pero no. Ni los muertos que salen de la tierra como de la botella un sorbo. Ni la justicia que lleva más tiempo tomando y ya está “borracha”. Se trata de la liberación de 3 policías, un soldado, el diputado Sigifredo López, quien casi tiene muerta el alma y el ex Gobernador Alan Jara; es decir, el gesto más humanitario de la guerrilla para comenzar el nuevo año. Y no únicamente por los liberados, sino porque van a dejar que juegue la morena, y participe, aunque de manera insuficiente, la Cruz Roja (la de verdad). Por mis mejillas corre un sendo escalofrío, me preocupa mucho lo que piense la gente de alrededor. Siento que la tierra me traga como si fuera una mina antipersona. Tengo miedo de mirar al frente, parezco un niño reclutado por… no por las Farc no. No puedo seguir con este rencor. Las manos me sudan tanto como le sudaban a Lizcano mientras huía del terror de las F….a…. Qué pena. Serán los tragos que me vuelven violento y llego a parecerme a Alfonso Cano. ¿Dije Cano? En fin. No sé si ofrecer disculpas o dejar la mesa tirada como “Tirofijo”.

Mientras el Secretariado diseña un plan para liberar rehenes, yo lo desacredito. No tengo perdón de Dios. A eso llamo una manifestación grande de filantropía y a cambio, mi mayor bajeza. Decido ir a casa pero aguardo el momento preciso. No puedo seguir siendo el “razonero” de la discordia. No puedo secuestrar la felicidad de la gente. No. No. No soy un terrorista de las Farc. Lo dije otra vez.

Turbado por mis sentimientos regreso a la mesa y con la voz hecha fusil, hostigo de nuevo. Esta vez no a los emblemáticos “señores de las Farc” sino a los que llevan sembrando terror en Colombia más de 50 años, a quienes cumplieron cifras record de secuestro simple y extorsivo, a esos hampones que fueron amos de San Vicente, a los que se burlaron de los deseos de paz de Norita y los niños, a los que destruyeron pueblos, condenaron sueños e impidieron el progreso a muchas regiones del país.

Terminada mi arenga, muy tímida por cierto, tomo la botella. Levanto la cabeza. Respiro profundo y con la palabra llena de consideración por mis compatriotas los guerrilleros: ¡BRINDO POR LAS FARC!